jueves, 23 de febrero de 2017

Los sueños del miedo

El aroma del solvente orgánico me mareaba, arrastrándome al beodo sueño mas tóxico, otra vez avanzaba inexorablemente no a la puerta de cuerno, no a la de marfil, si no a la humilde puerta de latón (la de los adivinos, los dementes, los ángeles y los perversos). Delante mío se hallaba una boletería, todos los pasajes valían lo mismo. Estaba en uno uno de los grandes cruces de la red.




A cinco metros de la boletería (mas o menos, nunca fui bueno para medir la profundidad) había (rodeándola) ciento cuarenta y nueve bocas de subte y tren (solo treinta y dos de subte) que conectaban mi sueño con el futuro, el pasado, las ficciones y otros sueños. Ya sabía por experiencia que las bocas al futuro eran inatravesables salvo para los entes reversos, quienes no podían atravesar las puertas al pasado, y que no podían comunicarse con nosotros (sus reversos) por evidentes razones.



Decidí tomar uno de los trenes que conectaban con otros sueños, que eran los que mas nos enseñaban sobre los otros hombres y meno sobre la vida misma y sobre uno mismo.
Estaba en una estación de un tren que iba a Lomas de Zamora, había pterodáctilos y niños solos, trises, con brazos o piernas amputadas, que crecían rápidamente (mirando al cielo) volviéndose en primera instancia vagabundos y después morían (algunos como seniles ancianos).
Lo solido parecía líquido y muy viscoso, me dí cuenta que había algo verde, de aspecto seco y baboso, esperaba una eternidad, atrapado (con su tamaño similar al hombre) en una grieta de una estación ferroviaria, a la muerte de la humanidad o su esclavitud ante la llegada de sus hermanos antediluvianos de otra estrella. Él era quien soñaba (podía oler su miedo, ver su odio... prisionero de los siglos).
Al el darse cuenta de que lo miraba y exploró quien era yo (superficialmente). El tiempo comenzó a pasar tan lento que el aire parecía casi gelatina (respirar costaba mucho, y sentía mi sangre como piedras dentro mío, pero aún así podía caminar).
-Dejame solo Odiseo-Dijo La Masa.
Escupió un chorro de baba que difícilmente pude esquivar. Dos huecos llenos de pus apuntaban a mí (me miraban). El ser trató de salir del hueco arrastrándose, de vuelta el tiempo rápido, el piso líquido, etc.
Salí corriendo, escuchándolo arrastrarse por los túneles (que tenían tubos infinitos a su largo) hasta que pude imponer mi propio tiempo, y me metí en una estación a esperar al subte. No parecía llegar mas. Miré a la cosa babosiseca mirándome desde el túnel. Estaba quieta en apariencia, salvo por sus ojos veloces como el tiempo. Al llegar el subte me lo tomé y esperé a llegar a la terminal para bajarme del sueño.


Estaba babeando al piso, con los ojos desorbitado y el cuerpo todo entumecido. La campana estaba cerrada y la reacción química se hallaba en marcha, salí del laboratorio, dejé el equipo de seguridad y me fui a ver a los pibes al bar.

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