domingo, 11 de marzo de 2018

El otro lado del pantano, o sea, la conciencia.

Helaba la noche y murmuraban los árboles. Estábamos caminando por avenida Rivadavia, cerca de la altura de la plaza flores. Los nidos de los sarrales que allí vivían se quedarían en unas horas sin alimento… saldrían a cazar almas y yo quería estar protegida en mi casa cuando llegase ese entonces.
No podía comprender aún el lenguaje del viento, pero si hubiera podido (aunque fuera por una breve psicosis) habría sabido si me convenía o no tomar el colectivo o seguir caminando. Era poco más que la medianoche y Laura estaba borracha, mirando al cielo, mientras yo no lograba decidirme. A lo lejos se oía un susurro. Decidí no darme vuelta, pero Laura si lo hizo. La miré.
-Eh Caro, ahí está uno de esos pájaros raros.
Carolina chilló y nos echamos a correr (ella cagada en las patas y yo de la risa). Escuché el canto de cuatro notas que anunciaba que había podido alimentarse el pájaro. Escuché que venía el colectivo, miré para atrás y vi a Carolina levantándose del piso, y al zarral yéndose majestuosamente (como un príncipe de las tinieblas). Tenía la mirada esa que tienen quienes nacieron sin haber debido.
El colectivo paró y me subí de un salto antes de que me agarrara una de esas aves del infierno. Pagué mi viaje y me senté en el asiento de más atrás. Me balanceé un poco sobre mi misma para poder tranquilizarme, para tratar de procesar mi tristeza. Se había ido una gran amiga (… para siempre, como si hubiera muerto).
Me bajé dos paradas después de donde debía, troté hasta la puerta. En la casa estaban algunas amigas de joda. Pasé a la cocina para comer algo, ahí estaba Norberto lavando los platos. Le pregunté si había quedado algo de la cena, me señaló la olla. Agarré un tenedor recién limpio y comí lo que quedaba del risotto. Fui hacia la sala en que estaba Delia jugando en la computadora, me paré al lado de ella.
-Cuando estaba viniendo venía con Caro… pero se despertaron los sarrales.-Dijo Laura con su voz queda de siempre.
Dejé la computadora, me dí vuelta, y en poco mas que un instante entendí lo que decía. No lloraba, no se la veía angustiada, me estaba mintiendo. Dijimos un par de boludeces. Escuché el timbre, abrí la puerta, era Carolina. Estaba re dada vuelta. Nos saludamos y fuimos a la sala donde se puso a decirme que el transa la había re cagado y que se sentía re decepcionada.
Carolina estaba a un costado mirando mordiéndose la mano, la escenita de siempre que no le seguía su jueguito pelotudo. Me acerqué a ella, mientras Carolina iba hacia la cocina.
-¿Qué pasa que no la saludas?-Dijo Delia, buscando mi mirada.
-Te lo dije.

-No hagas escenas, si querés inventarte cuentos andá a otra -Escuchamos un grito que venía del lado de la cocina. Fuimos corriendo hacia allí. Carolina estaba muerta y la cabeza de Norberto rodaba por el suelo.

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